Educado y callado camina junto con su delegación uruguaya dentro del Campamento “Future WBA Champions”, de Medellín . Un peleador que destaca en su grupo por ser uno de los más fornidos, pero su actitud difiere mucho con la que pudo tener hace ocho años. Cristhian Correa hoy es una de las esperanzas de su país para obtener un boleto a los Juegos Olímpicos y sueña con eso, para eso se prepara. Pero su presente y su futuro sólo han podido ser salvados por el boxeo.
Hoy tiene 26 años de edad, sueña y se proyecta, pero desde los 18 hasta los 24 cuatro paredes de una celda lo hacían pagar por sus errores. Seis años en la cárcel fueron un infierno, pero lo ayudaron a encontrar el camino a través del boxeo, que llegó a su vida por la mera necesidad de ocupar su mente y sus energías en algo durante la reclusión.
“Yo antes estaba en cualquier cosa, delinquía. A los 18 años caí preso por rapiña a mano armada. Hasta los 24 estuve privado de mi libertad, estando en la cárcel empecé a hacer boxeo en un programa que había ahí. Un entrenador de la calle (Adrián Silveira) iba los martes y los miércoles a entrenarme y salí en libertad y me fui a su gimnasio a competir. Ahora llegué hasta esto, salí campeón y me fue bien. Esto me cambió la vida, tengo un hijo hermoso de un año, trabajo en la construcción en las mañanas, entreno de tarde y he cambiado, la verdad es que el deporte me ha cambiado”, aseguró Correa durante sus entrenamientos en la casa del presidente de la AMB, Gilberto Jesús Mendoza.
Pero los cambios de Correa no son solo desde el punto de vista profesional, como persona hoy es diferente y todos los aspectos negativos del pasado se fueron gracias al deporte: “Yo sinceramente, antes de conocer el boxeo era una persona muy violenta, era una persona que no sabía discutir. No sabía mediar con una persona, hablaba y ya quería pegar un piño (golpe), era muy impulsivo y sinceramente, desde que conocí el boxeo no tuve más problemas. Sé discutir, sé callarme y decir “dale, si vos pensás esto, yo pienso esto”. La verdad es que el boxeo me cambió, es una terapia”.
Correa conoció el boxeo y sabe cómo es y para qué sirve. La imagen que se tienen del deporte de las narices chatas en la sociedad, desde su perspectiva, está errada, y explica sus razones.
“Les recomiendo que se informen más. Hablo más por Uruguay en donde está visto como un deporte violento en el que se caen a piñas y en realidad no es así. Es una terapia, hay compañerismo, vos te pegás arriba del ring pero después te das un abrazo y la verdad es que te cambia mucho”, reflexiona el peleador de los 75 kilogramos.
Correa sabe que del foso se puede salir si se consigue un vehículo de superación como el boxeo, pero asegura que se necesita fuerza mental para conseguirlo. A quienes viven situaciones similares a las que él vivió, les envió un mensaje de aliento.
“No se den por vencidos. Tengo amigos hoy en día que están presos. Yo estuve ahí y si te lo mentalizas, lo vas a poder lograr”, cerró el uruguayo.