Cuando un ser querido se nos va, pareciera que el tiempo no transcurre. Todavía más, pareciera que eso nunca sucedió y que se encuentra en algún sitio del cual retornará pronto para que la vida siga igual que siempre. Lo hemos visto en familias, relativamente reducidas. Sin embargo, en este caso la partida de Gilberto Mendoza afecta a la gran familia de la AMB pero, además y sobre todo, a toda la familia del boxeo lo cual es un hecho planetario y universal.
Naturalmente que el impacto que causa la ausencia, es mucho mayor cuando se trata de un personaje que dirigió con tino, firmeza pero también con suave “Mano Izquierda”, según lo requiriera el momento, una actividad complicada, con muchos intereses encontrados y una profesión que se le estuvo ligando al bajo mundo, hasta ya entrada la década de los 60.
Gilberto se esmeró en implantar medidas que limpiaran esa imagen del boxeo. Se empeñó en designar jueces imparciales con el fin de evitar las decisiones injustas, la elección de las autoridades de la entidad por Comisiones Nacionales en cada país adscrito a la organización, atrajo a la entidad, cantidades de países pertenecientes a lejanos continentes a los cuales no había llegado el boxeo organizado y dirigido por una entidad Universal. Siempre quiso enfrentar a los campeones de cada continente, con el fin de que reinaran los mejores.
Sus discursos de Bienvenida y Clausura de las Convenciones Anuales, así como de los Comités Ejecutivos, eran verdaderas Piezas Oratorias colmadas de enseñanzas para los dirigentes de los distintos países que integraban el listado de naciones pertenecientes a la esfera de influencia de la AMB. A veces lo hacía en lenguaje directo, otras veces usaba divertidas metáforas. Pero siempre se hacía entender.
Se le notaba en todo momento una sonrisa amable y una actitud segura. Nunca se sabía cómo no le preocupaban las grandes presiones y problemas que le rodeaban y acechaban. Hay un detalle que, quizás, usaba como contrapeso de las mortificaciones y los malos momentos: la siempre sonriente bienvenida de su esposa, la Sra Elena Alvarado de Mendoza, a la casa. Su comprensión y cariño, le ayudaban a sobrellevar cargas que, a cualquier otro, le habrían hecho doblar la espalda y la voluntad.
Igualmente, debe estar tranquilo por haber dejado su querida organización en las mejores manos. Pese a su inteligencia y experiencia, no la tiene fácil Gilberto Jesús. Sin embargo, en distintas partes del mundo, sobre todo en Venezuela, habemos personas dispuestas a ayudar en cualquier posición. Sin buscar notoriedad, ni flashes. Dos meses sin el Gran Líder. Aunque no queramos su ausencia, esta se nota. Más, sin embargo, en todas partes,se siente su presencia.