For I am the man this poem’s about,
The next champ of the world,
there isn’t a doubt.
Muhammad Ali
Para Muhammad Alí el lenguaje era una forma de boxear, de enfrentarse a su oponente y a cualquiera que intentara retarlo, Este era el principio de su estrategia para una pelea: lanzaba un verbo en forma de jab, esperaba una respuesta a ese ataque, lo esquivaba y luego contraatacaba. Combinaciones de palabras iban a la barbilla, al hígado y a la cabeza. Sobre todo a la cabeza, buscando nublar a su oponente, dejarlo fuera de combate antes que comenzara a pelear; una vez en el ring, poco o nada podía hacer aquel adversario, que ya venía malherido sin siquiera intuirlo. Y al recibir el primer jab de manos de Alí, venía a su mente aquel verbo hiriente y ponzoñoso disfrazado de golpe que le hacía caer en cuenta del problema en el que estaba metido. Pero todo este despliegue verbal no lo hacía en prosa, sino en verso.
Porque cuando entiendes que tu trabajo implica tensar el sentido de las cosas para darles una nueva significación, sea a través de golpes o bien a través del lenguaje, sabes que lo que haces tiene que ver con la belleza y lo terrible. Entonces reconoces que eres un poeta. O un boxeador. En el caso de Alí, era lo mismo. Bastaba verlo en una rueda de prensa o en un entrenamiento improvisando versos, y algunas veces con hojas llenas de palabras, leía al público presente para que se deleitaran.
En su primer enfrentamiento con Sonny Liston, el joven Cassius Clay ya tenía el don y elaboró un largo poema donde se presentaba y predecía lo que iba a suceder. En aquel poema recitaba:
This is the legend of Cassius Clay,
The most beautiful fighter in the world today.
Dos primeros versos que serían su carta de presentación al mundo. Pero este poema hubiese pasado debajo de la mesa como un poema de versos jocosos y un tanto arrogantes, si no hubiese predicho lo que iba a suceder esa noche contra el campeón de los pesos pesados más violento que había conocido la historia del boxeo: Sonny Liston.
The next champ of the world, there isn’t a doubt.
This I predict and I know the score,
I’ll be champ of the world in ’64.
When I say three, they’ll go in the third,
10 months ago.
Y lo fue. En febrero de1964 se convirtió en campeón de los pesos pesados, venciendo a Liston de forma apabullante. Alí fue acumulando victorias y poemas, dedicándolos con una soltura digna de quien sabe dónde se encuentran más, sin miedo a quedar en blanco en algún momento cuando las palabras decidieran irse. En su primera pelea con George Foreman, durante los entrenamientos, el escritor Norman Mailer, en su libro El combate, cuenta como Alí frente a todos los periodistas y amigos preguntó si querían escuchar un poema suyo. El público quedó en un silencio incómodo al no saber cómo responder y él lo tomó como una oportunidad. No había nada que hacer, otro poema venía en camino.
Tengo un golpe uno-dos magnífico.
El uno pega mucho, pero el dos es terrorífico.
El poema siguió otras cinco páginas y la gente río estúpidamente al finalizarlo. Él les agradeció el gesto. Luego dijo que estaba dedicándose a la “poesía seria”, consciente de que todo aquello era un divertimiento. La voz de un poeta con los años se hace más íntima, buscando dar el peso justo a cada verso para convertirlo en un laberinto luminoso por donde un lector decide, con entusiasmo, perderse.
Las palabras de verdad son conmovedoras,
la voz de la verdad es profunda,
La ley de la verdad es sencilla.
En tu alma cosecharás los frutos.
Es 1974, y han pasado diez años de Liston. Esto es toda una vida en la carrera de un boxeador. También en la de un poeta. Cada verso que ahí leemos parece que ha tomado tiempo para llegar hasta ahí: Las palabras de verdad son conmovedoras. Alí no era favorito, pero tuvo más paciencia a la hora de pegar, dosificó sus fuerzas mejor que su oponente y ganó. Ganó desde la experiencia, y cada golpe tuvo el peso justo. Cada golpe como un verso que tarda diez años en lograrse.
Pero posiblemente a la persona que le dedicó sus versos malditos y desató la tormenta en la cabeza del otro, fue en Joe Frazier. Su sempiterna rivalidad hizo que pelearan tres veces, siendo llamada la última de estas catalogada como la “pelea del siglo”. Y lo fue.
It will be a killer and a chiller and a thriller when I get the gorilla in Manila.
Joe’s going to come out smokin
But I ain’t gonna be jokin’
I’ll be pickin’ and pokin’
Pouring water on his smokin’
This might shock and amaze ya
But I’m gonna destroy Joe Frazier.
La estrategia fue denigrarlo a tal punto que Frazier terminó resentido hasta el final de sus días por esta actitud. Las palabras de Alí calaron no solo en su cabeza, sino en su corazón. Alí ganó esta tercera pelea, la más dura entre ellos, pero le costó algo más que su salud. Le costó sus palabras, porque a partir de ahí cuando Mohammed se refería a Joe “Smokin” Frazier lo hacía con respeto.
I’m sorry Joe Frazier is mad at me. Joe Frazier is a good man. If God ever calls me to a holy war, I want Joe Frazier fighting beside me.
Muhammad Ali nunca sopesó comedir sus poemas ni sus palabras a sus contrincantes. Eso le costó muchas peleas que le hicieron tensar la cuerda más de lo debido, pero no podemos dudar que, viendo en perspectiva, estamos frente a uno de los estrategas y pensadores más interesantes de su época, de un verdadero poeta y del mejor boxeador de la historia. Las palabras son un boomerang que tarde o temprano regresan a uno.