Muhammad Ali es, sin duda, una de mis personas favoritas. Fue un ser humano extraordinario que hizo cosas que otros no se atreverían a hacer, por eso trascendió las fronteras del cuadrilátero y se convirtió en un líder mundial.
Para mí, su más importante legado fue defender sus ideales por encima de todo. No tuvo reparo en abandonar el boxeo en su mejor momento y oponerse a una guerra que consideraba injusta, afrontando las consecuencias ya conocidas. Así se convirtió en un sinónimo de libertad, porque su lucha era justa y necesaria.
En el ring era un artista, como él decía “floto como una mariposa y pico como una abeja”, era un hombre con una gran velocidad para ser un peso pesado y una fuerza feroz. Fue un atleta de una carrera extraordinaria, un gran campeón que venció a los mejores, pero como en la vida misma tuvo duras caídas y de todas supo levantarse. Lo hizo ante Norton o Frazier, por citar dos ejemplos. También sorprendió al mundo al enfrentar a Sonny Liston la primera vez como Cassius Clay y le segunda como Muhammad Ali, dejando en la primera una de las mejores fotos del deporte.
Como saben, fue una vida y una carrera muy rica. Por eso hoy todos celebramos la vida de Muhammad Ali, quien estaría cumpliendo 80 años y para honrar su memoria quiero dejar esta reflexión que dio en un programa de televisión hace ya varios años:
“Dios me está mirando, Dios no me felicitará por haber ganado un combate contra Joe Frazier, a él no le importa eso. Dios quiere saber cómo nos tratamos los unos a los otros, cómo nos ayudamos. Entonces voy a utilizar mi nombre y mi popularidad para ayudar a lo demás”.
Sigamos su ejemplo y vivamos como él, siempre buscando lo mejor para ayudar a nuestro entorno. ¡Feliz cumpleaños, Ali!