La vida es el escenario donde los hombres nacen, crece, se reproducen y nunca mueren cuando dejan un legado perdurable. Unos pasan de manera inadvertida, otros dejan huellas profundas.

Precisamente, las acciones, las obras y el poder creativo fueron tres elementos que caracterizaron la vida de Gilberto Mendoza, un dirigente integral, en el mejor sentido de la palabra, que se abrió un camino producto a su persistente esfuerzo y un talento sin límites que lo llevó a escalar importantes posiciones en cada una de las actividades que le tocó desempeñar.

Proveniente de una familia humilde, pero con valores y principios acendrados, Mendoza se fue a Caracas desde su natal Barquisimeto en el occidente de Venezuela a prepararse en la academia. Forma parte de la primera generación de industriólogos, una carrera que sirvió de apertura para apoyar a los ingenieros especializados en el área industrial.

Mendoza no tuvo una vida fácil en sus comienzos, pero todo lo convirtió en éxito en cada paso que transitó. Fue un líder que abrazó con pasión todas sus actividades. Practicó fútbol y boxeo. Se integró al movimiento scout, se destacó en el mundo gremial empresarial, fue filántropo por naturaleza y un trabajador comprometido de toda la vida con uno de los grupos empresariales más importantes de su país. En el Central Azucarero El Palmar desarrolló una impaecable labor que aún con su oficina intacta su oficina, se extraña y se siguen sus enseñanzas.

Paseó por la política y fue electo diputado donde destacó su fibra social donando sus emolumentos a causas sociales.
Era un hombre culto, pero modesto. Consecuente lector, pedagógo permanente, buen conversador, con humor permanentey con una definición precisa de la justicia.

Formó un hogar ejemplar junto a Elena Alvarado y sus dos hijos, Gilberto Jesús y Maria Elena, sus orgullos. Pero en el orden de prioridades, después de su familia su gran pasión fue el boxeo, deporte que le debe mucho y del cual fue el gran transformador.
Jamás abandonó una actividad por otra. Muchos nos preguntamos siempre como podía conjugar con éxitos todas estas pasiones juntas.

-Con pasión, respondía simple y llanamente.

Mendoza llegó al boxeo sin improvisaciones. Salió de la academia. Se subió al ring, fue directivo de la comisión de Aragua donde vivió la mayor parte de su tiempo. Hizo carrera internacional hasta que su nombre fue propuesto para dirigir el organismo más importante del boxeo mundial.

Mendoza lo hizo. Fue electo por primera ves en el año 82 en Puerto Rico y no defraudó a quienes confiaron en él. Condujo al organismo a buen puerto.

Fue un hombre con visión innovadora. Se rodeó de los mejores, trabajó duro por reinvidicar la salud de los boxeadores y su bienestar social. No hubo convención de la Asociación Mundial de Boxeo donde no presentara una innovación para el mejoramiento de la actividad.

Fue un hombre honesto. Jamas perdió la humildad. Libró su última batalla como los guerreros, dando pelea. Al final el llamado de los Dioses fue definitivo. Era necesario el descanso del guerrero. Nos deja su obra, su legado, su espiritu combativo, sus valores y su visión de que si se quiere, se puede. Un año despuês su ausencia física se siente más que nunca. Pero su presencia está alli perdurable en el tiempo. El boxeo, la industria, los scouts, sus amigos, lo extrañamos con la misma pasión que le imprimió a cada uno de sus actos.

Sus andares de caminante son el ejemplo de una vida llena de éxitos.