Fue un silencio perfecto el de aquel round 11, fueron segundos en los cuales solo se escuchaba la respiración. Hasta que sonó aquel ¡pum! y las 90 mil personas que habían pagado su entrada estremecieron Wembley: el gigante ucraniano había caído y, a pesar de pararse, algo hacía presagiar que la leyenda estaba llegando a su final.

El alboroto se forjó tiempo atrás. Antes de la entrada de ambos peleadores los fanáticos brincaban y coreaban “Sweet Caroline”. Hasta que se escuchó la voz de Michael Buffer para presentar a Wladimir Klitschko y “Can’t Stop” sonó en todo el estadio. Cada paso de Klitchsko parecía sentirse, junto a él iba su legado, el mismo que ha escrito con sus puños en 27 años de carrera, -la misma edad de su rival-, de los cuales vivió un período perfecto de poco más de 9 años como campeón. Sólo superado por el mítico Joe Louis.

El público, a pesar de los abucheos, manifestaba su respeto pero estaban ahí para cumplir un rol importante: hacerle saber al “Dr. Steelhammer” que no estaba en casa.

Cumplido el protocolo y antes de ser anunciado la gente gritaba “¡oohh Antony Joshua, oooh Anthony Joshua!” al son de Seven Nation Army. Hecho el anuncio oficial las pantallas mostraron a “AJ” y Wembley tembló por primera vez. Hasta que con sus iniciales escritas en fuego se dejó ver el ídolo británico para empezar su peregrinaje hasta el ring. El grito de “¡Ooooh Anthony Joshua!” se escuchaba hasta el Big Ben, ahí estaba el ídolo local, el llamado a ser el relevo de los Pesos Pesados caminando hacia su primer gran reto como profesional: vencer a Klitschko.

Sonó la campana inicial y empezó el intercambio, a lo lejos parecía que las cuerdas del ring llegaban a la cintura de ambos púgiles, rápidamente Joshua colocaba sus golpes, conocedor de su poder anestesiador quería herir a su rival. Ambos bailaban en el ring, desde la gradería parecía explotar constantemente la derecha en cross de Joshua en el rostro de Klitschko, los boxeadores se veían pequeños y gigantes a la vez. Cada puño estremecía el estadio, iba tan sólo el segundo asalto.

De pronto Wembley se convirtió en una iglesia: todos de pie con las manos en el mentón, no había otra opción para ver la batalla, 90 mil almas de pie que esperaban la caída del gigante y que ha medida que avanzaba la contienda parecía aproximarse.

Y el tan ansiado momento llegó en el quinto asalto, en los primeros segundos parecía que Klitschko iba a la lona pero se sostuvo, la leyenda no quería caer. Los aplausos y silbidos eran ensordecedores. “Dr. Steelhammer” no podía amarrarse a su rival a pesar de sus intentos desesperados, la caída era inminente y sucedió: un gancho de izquierda de “AJ” hizo que las piernas de su rival se doblaran. Ahí estaba Klitschko de rodillas y con las manos en el ring, el público quería más pero no contaban con la pronta recuperación del ucraniano, quien se transformó y descargó una brutal ofensiva sobre su rival que hizo pasar de la euforia a la angustia.

Angustia que se capitalizó en el sexto round, cuando un espectacular recto de derecha estremeció el rostro de Joshua y lo envió a la lona. Unos se llevaron las manos a la cabeza, otros se taparon el rostro y algunos gritaban desesperados.

Joshua espero la cuenta de 8 y se puso de pie, pero le toco bailar con la más fea pues Klitschko se le vino encima. Sin embargo el británico no estaba solo: “¡Oooh Anthony Joshua! parecía escucharse más fuerte que nunca, las gradas rugían, algunos espectadores esquivaban los golpes, lanzaban un jab y hasta le gritaban indicaciones a su pugilista. Esta también era su pelea.

Es imposible determinar si esto fue de ayuda, pero pasaron los asaltos y el dueño de casa logró recuperarse. Los rounds 7, 8, 9 y 10 transcurrieron en máxima tensión. A nadie se le podía ocurrir sentarse, aquí se espera de pie, se pide de pie. Mientras en el ring ambos púgiles parecían medir sus acciones, porque ya sabían de qué eran capaces los puños del contrario.

Hasta que llegó el undécimo capítulo de esta historia.

Anthony Joshua pegó un recto de derecha al mentón y Klitschko desesperado buscaba abrazarse, Joshua, al igual que los aficionados asistentes al evento, sacudieron al rival para continuar el ataque. Luego un espectacular upper y el ucraniano pareció dar una media vuelta sobre su propio eje. Todos sabían que la caída estaba por llegar, ya “Dr. Steelhammer” no aguantaba más y  así pasó. Ahí estaba nuevamente el gigante de rodillas esperando la cuenta de ocho para ponerse de pie. “AJ” se fue encima de su rival, no quería dejar esto en las tarjetas, sabía que era el momento. Esta vez contra las cuerdas finalizó con un gancho de izquierda que produjo la segunda caída, esta vez Klitschko cayó de espalda.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho… ahí estaba por segunda vez en el undécimo round, mientras en la esquina neutral aguardaba su verdugo. Klitschko se negaba a morir, vio al referí a los ojos y este le permitió continuar. Pero no había mucho que hacer, Joshua se le vino encima, lo puso contra las cuerdas, Klitschko con la guardia arriba intentaba esquivar los golpes.  Pero todo estaba listo, el ucraniano no podía más, el público lo sabía, también el referí que pronto se interpuso entre los dos gladiadores. La leyenda había llegado a su final.

Era oficial, Wembley tembló, rugió, lo que habían venido a ver lo obtuvieron: Joshua venció a Klitschko por nocaut técnico. Pero lo más importante era, quizás, imperceptible entre la algarabía: habían vivido una batalla memorable, digna de dos pesos pesados.

AJ, ahora Súper Campeón de los Pesos Pesados de la Asociación Mundial de Boxeo, le alzó la mano a su rival y el público se rindió a sus pies. Las 90 mil almas aplaudían a ambos luchadores. Al nuevo monarca por darles una gran victoria y a su rival por su legado, por vender cara su derrota y por jamás entregarse.

Sin duda, Anthony Joshua y Wladimir Klitschko les habían hecho recordar a todos por qué las más de 200 libras son la categoría reina del boxeo.