A veces la vida puede arrojar un enorme gancho derecho que simplemente no ves venir. Y dicen que son los que más te lastiman, los golpes que no anticipas. Lo más probable es que vayas cuesta abajo, dañado, aturdido y desorientado.

Esta pandemia del Coronavirus es el golpe que el mundo no vio venir en el 2020 y muchos de nosotros nos encontramos en la lona, dañados, aturdidos y desorientados. Pero como cualquier verdadero fanático del boxeo puedo decirle, nuestro maravilloso deporte tiene mucho que enseñarnos sobre lo que haremos a continuación, cuando estamos de espaldas en la vida, aparentemente deprimidos.

Por supuesto, algunos combatientes se quedan abajo, satisfechos con sus esfuerzos y aceptando la derrota.

Pero muchos más recurren a su fuerza interior y su autoconfianza y encuentran el camino de regreso a la lucha. Ahí reside la verdadera inspiración del boxeo, en ser resistente, ser fuerte y creer siempre en ti mismo.

Las grandes tradiciones del boxeo son ricas en historias de campeones que fueron todas estas cosas y más. Es por eso que los recordamos y los felicitamos todavía, luchadores indomables como Holyfield, Hagler, Duran, Pryor, Arguello y Galindez, porque sus cualidades en el ring ejemplificaron cómo todos nosotros podemos lidiar con la adversidad en nuestras vidas.

En febrero de 1964, mucho antes de esta pandemia actual, un joven oficial del ring se sentó a evaluar una pelea por el campeonato del peso Welter sudafricano en el estadio Orlando en Soweto. Cuando se dictó el veredicto a favor de Joe ‘Axe Killer’ Ngidi sobre Joas ‘Kangaroo’ Maoto, lo que no se clavó en el suelo salió volando por el aire. Ladrillos, botellas y sillas se estrellaron contra los responsables. La multitud no había aceptado bien la decisión. El oficial de 18 años logró sortear todos los obstáculos en su camino y escapar al carro de la leyenda del boxeo local, Willie Toweel.

Mientras se alejaban, sacudidos y castos, el joven Stanley Christodoulou no podría haber soñado con lo que le esperaba. Si hubiera sido un poco más cauteloso de espíritu, ese incidente bien podría haber sido el final de una breve historia de amor con el boxeo.

En su lugar, pasó a oficiar la asombrosa cifra de 247 combates por el título mundial y algún día sería incluido en el Salón Internacional de la Fama del Boxeo, el primer sudafricano en ser honrado de esta manera.

Ahora, en sus memorias recientemente publicadas, «La vida y los tiempos de Stanley Christodoulou», cuenta la historia de su extraordinaria vida en el boxeo.

Narrado a través de los ojos del hombre que estaba allí, en medio de todo, arbitrando o evaluando algunos de los combates más emblemáticos en la historia del boxeo profesional, Christodoulou lleva al lector a una posición privilegiada, dentro de las cuerdas, para una vista cercana del flujo y reflujo de estas batallas apasionantes. Su primera asignación fue considerada por la revista The Ring como el 15º mejor título mundial de todos los tiempos, el propio Arnold Taylor de Sudáfrica enfrentó al guerrero mexicano Romeo Anaya.

Christodoulou relata gráficamente el brutal drama del KO de Victor Galindez a Richie Kates en el último segundo, la sorprendente llegada de Tommy ‘Hitman’ Hearns contra Pipino Cuevas, el triunfo del héroe de cuello azul Ray ‘Boom Boom’ Mancini, el súper combate de alto octanaje, Aaron Pryor y Alexis Argüello, el choque de leyendas, el maravilloso Marvin Hagler contra Roberto Durán, y la noche de magia en el Loftus Road Stadium de Londres, cuando el irlandés Barry McGuigan ganó un título mundial en medio de una atmósfera incomparable.

Habiendo oficiado combates por el título mundial por cerca de 50 años, ¿cómo podría no aprender algo sobre el corazón de un campeón? Christodoulou ha manejado peleas con grandes como Antonio Cervantes, Wilfredo Gómez, Evander Holyfield, Lennox Lewis, Oscar De La Hoya, Bernard Hopkins, Felix Trinidad, Kostya Tszyu, Gennady Golovkin, Manny Pacquiao y Canelo Alvarez.

Pero no siempre ha sido un mar en calma durante su carrera, ni mucho menos. En el camino, se vio atrapado en un violento motín en Tailandia cuando una pelea por el título fue abandonada en el último momento, amenazado con un par de tijeras por el esquinero de un campeón a mitad de la pelea, y se vio atrapado entre las esquinas de una pelea por el título mundial en Nueva Orleans. La carrera y la historia de Stan Christodoulou son diferentes a cualquier otra.

A pesar de los logros y elogios que le han llegado en el deporte, lo que le da más orgullo a Christodoulou ocurrió lejos de las brillantes luces de Las Vegas o el Madison Square Garden.

La historia poco conocida de cómo el boxeo profesional abrió el camino hacia la integración social en Sudáfrica mucho antes de que su gobierno derogara sus características de políticas de apartheid en sus memorias. Christodoulou revela la amistad y las conversaciones que compartió con su presidente, Nelson Mandela. Dos hombres a quienes la magia del boxeo había hechizado.

Hoy Christodoulou ha oficiado más de 200 combates por el título mundial de la AMB y todavía es un funcionario activo y director de la AMB.

El boxeo es un deporte que honra bien a sus campeones. Hay algo en un boxeador campeón que nos da a muchos de nosotros la esperanza y la creencia de que nosotros también podemos superar los obstáculos en nuestro camino. ¿Quiénes somos para rendirnos y considerar nuestra adversidad como demasiado dura cuando los hombres y mujeres a quienes admiramos continuamente se levantan del lienzo y luchan por su futuro con corazones de león?

Stanley Christodoulou no fue boxeador campeón, su carrera de aficionado fue de solo 12 peleas, pero ha sido un campeón de boxeo.

En este momento de bloqueos internacionales y restricciones de movimiento, aquí hay una lectura fascinante para cualquier fanático de la lucha.