Corría el año de 1986 y en la mayoría de los entes oficiales del deporte las comisiones o representaciones de Sudáfrica habían sido suspendidas debido al apartheid, sistema de segregación racial que imperaba en el país. Sin embargo, en la Asociación Mundial de Boxeo no había sucedido lo mismo. Gilberto Mendoza, presidente de la AMB para aquel entonces, consideraba que los boxeadores no tenían la culpa y que ellos iban a ser los principales afectados por dicha suspensión. Por eso él creía que la mejor opción era obligar a la comisión de dicho país a incluir personas de color y así fomentar internamente la inclusión como una forma para combatir tan terrible situación.
No obstante, la mayoría de los involucrados no pensaban igual y consideraban que la exclusión era la mejor salida para solventar el problema. Entre los promotores que manifestaron su posición a la prensa destaca el nombre del estadounidense Butch Lewis, quien afirmó: “si quieren mantener a los sudafricanos no formaré parte de la AMB” y a estas declaraciones se sumó el popular Don King.
Por su parte, Mendoza se mantenía firme en la idea de que esa no era la mejor salida, pues consideraba que ese acto sería también una acción discriminatoria. Pero el 30 de octubre de 1986 por votación 30 a 18, según refleja la prensa de la época en Estados Unidos, en una reunión extraordinaria dentro de la convención de Reno, Nevada se suspendió a la Comisión de Sudáfrica de la AMB. Aunque sus boxeadores se mantendrían clasificados en el ránking y continuarían con sus títulos, la única condición era que no podían combatir en su país.
“Desde el fondo de mi corazón puedo decir que es una decisión muy dolorosa”, dijo Gilberto Mendoza a los medios luego del sufragio. Mientras que King expresó: “No podíamos hacernos los ciegos ante el apartheid hasta la abolición completa de esta forma de degradación humana”. Por su parte, el juez Klopper, uno de los delegados de la comisión de Sudáfrica, sólo atinó a decir “esperamos volver pronto” y Michael Mortimer, también representante de la comisión, afirmó: “nuestro equipo de trabajo implementa todas las normas que piden ver en Sudáfrica: una sociedad libre y sin discriminación”.
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“De verdad fue una situación dolorosa, porque yo creía que esa no era la salida, eso era combatir la discriminación con discriminación. Además, ellos estaban incluyendo personas de color en su comisión y siento que Mandela pensaba igual, porque cuando ocupó la presidencia combatió la segregación con inclusión y no con odio”, afirmó Mendoza en una entrevista muchos años después.
Sin embargo, su lucha no se limitaba a lo estrictamente organizacional o estructural: “Yo viajé a Sudáfrica, cuando aún Mandela estaba preso, y visité la localidad donde nació pues quería hacer un gimnasio de boxeo y ayudar desde mis posibilidades a solventar la situación. Pero como era lógico, no fui bien recibido pues podría decirse que era un ‘intruso’ que se inmiscuía en un problema que no era suyo y tuve que abandonar el país”, contó.
Ese mismo ahínco que mostró lo llevó años después a sentarse junto a Mandela y conversar con él. “Imagínate, recuerdo que me senté a su lado y conversábamos, pero él me pedía que alzara la voz y yo le dije ‘como voy a gritarle a una persona como usted’ y me respondió: ‘joven, es que no puedo escuchar bien’ y charlamos de boxeo, de su vida y me regaló su biografía autografiada por él que guardo como un gran tesoro”, contaba Gilberto.
Así era Gilberto Mendoza un hombre que siempre luchaba por la igualdad entre los seres humanos, pero que procuraba no lanzar la primera piedra. Su máxima era llegar a soluciones desde la paz y la concordia, buscando la inclusión y dejando atrás cualquier rencor.