El fallecimiento de Naazim Richardson fue recibido con profunda tristeza en el seno de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB). El organismo pionero lamenta la partida del gran entrenador, nativo de Filadelfia y parte de la historia de la ciudad y de Estados Unidos, que trabajó con Bernard Hopkins, Shane Mosley, Karl Dargan, entre otros.
Richardson fue otra de esas historias de personajes que el boxeo salvó. Su adolescencia estuvo marcada por la vida callejera y visitas a prisión, pero gracias al pugilismo pudo enderezar su camino.
Muchas veces contó lo que tuvo que vivir en la calle y cómo aparentaba haberse quedado dormido en la acera sin querer para no aceptar frente a la gente de su vecindario que lo habían echado de casa. Cuando conoció el boxeo se dedicó de lleno y trabajaba entre tres y cuatro gimnasios con varios peleadores, lo que colmaba su agenda y lo mantenía enfocado en el deporte.
Gracias al trabajo duro, alcanzó el éxito. Se convirtió en el jefe del reconocido Concrete Gym y fue el ejemplo de cientos de boxeadores alrededor de toda Filadelfia, que lo conocían por sus visitas a diferentes gimnasios y por los consejos que siempre estaba dispuesto a dar.
La AMB envía palabras de aliento a Bernard Hopkins, su principal pupilo y a todos los peleadores que se vieron influenciados por Richardson. A su familia y amigos, condolencias y paz al alma de Naazim.