Luego un tremendo proyectil exactamente del tamaño de un puño dentro de un guante penetró hasta el centro mismo de la mente de Foreman, el mejor golpe de esa noche sorprendente, el golpe que Alí había guardado durante toda su trayectoria profesional…Todavía doblado por la cintura en esa postura de incomprensión, manteniendo los ojos fijos en Mohamed Alí, empezó a tambalearse…Cayó como un mayordomo de sesenta años y un metro ochenta de estatura que acaba de recibir trágicas noticias, sí, fue un largo derrumbamiento de dos segundos durante los cuales el campeón caía por partes mientras Alí daba vueltas alrededor de él, formando un círculo estrecho y con la mano preparada para pegarle una vez más, pero no hubo necesidad; fue una escolta completamente íntima hasta el suelo.” (Fragmento de “El combate”, reportaje de Norman Mailer sobre la Ali vs. Foreman)
130 palabras, exactamente 130 palabras , para una magistral y sintetizada descripción del maestro del llamado Nuevo Periodismo acerca del epílogo del desafío inolvidable en aquella calurosa madrugada de Kinshasa, Zaire, hoy República Democrática del Congo.
El pasado 30 de octubre, se cumplen 48 años de ese acontecimiento deportivo, con absoluta convicción el más profusam e nte d ivulgado y, por ende, el más famoso y recordado combate en la historia de siglos del boxeo , también , con total seguridad en la afirmación , el final más inesperado de todos los tiempos en el peso completo, incluid a, por citar solo un ejemplo comparativo, la victoria increíble en 10 asaltos de Buster Douglas–quien estsba en las apuestas 42-1 en contra, el 11 de febrero de 1990– sobre Mike Ty s on , invicto y en apariencia indestronable, en una historia que contaremos en otra ocasión.
La pelea estaba originalmente prevista para el 24 de septiembre y fue postergada por una lesión del imbatido campeón mundial de 25 años. Ali, de 32 años y excampeón mundial procuraba recuperar la faja perdida cuando en 1967 se rehusó a alistarse en el ejército alegando razones religiosas.
Para el choque con Foreman, Ali tenía 42 peleas de las que había ganado 31 por nocaut, con derrotas frente a Joe Frazier y Ken Norton, a los puntos, sin tablas, mientras que el campeón AMB y CMB, que expondría esas fajas, ignoraba lo que era perder; en 40 refriegas registraba 36 victorias antes del campanazo final, con 2 más a los puntos.
1.000 MILLONES FRENTE A LA TV
Don King, un promotor que empezaba a hacerse notar en el ambiente del boxeo, se encargó de organizar la pelea. King no tenía un centavo, pero convenció al dictador de Zaire, Mobuto Sese Seko, de montar la que sería la primera pelea por un campeonato mundial en África. Y también le convenció de pagar $5 millones a cada uno de los contrincantes, con el argumento de que la pelea sería un imán para llamar la atención del del mundo sobre el país y el llamado Continente Negro. En efecto, fue así: el encuentro se montó en el estadio Maipara de Kinshasa a las 4:30 de la madrugada a fin de que se viera en horario estelar en Estados Unidos y en otros países de América y Europa.
En efecto, África, y Zaire y en especial cobraron una inmensa notoriedad universalmente: se calcula que algo más de 300 lugares colocaron ante la TV a unos mil millones de personas, la cuarta parte de la población mundial para entonces de 4 mil millones de habitantes. King se anotó un colosal éxito económico con una recaudación vía TV calculada entre los 20 y 30 millones de dólares.
(Cuando el choque empezó, Foreman se lanzó en un ataque sin reposo mientras que Ali se refugiaba en las cuerdas, se cubría brazos y antebrazos con los guantes y los codos y a ratos se movía velozmente a los lados del ring, siempre con Foreman sobre él, pero agotándose lo que buscaba Ali sucediera. En su esquina, su entrenador Angelo Dundee, desesperado, le gritaba que no se acercara, que se moviera lejos, que peleara a larga distancia. Ali nunca le hizo caso. Así llegaron al octavo asalto, en una pelea que no había tenido variantes).
Luego de este paréntesis continuemos con lo dicho por Muhammad Ali en un libro autobiográfico:
EL ROUND DEFINITIVO
“¡CLANG! OCTAVO ASALTO. George sale en tromba. Sigue pensando en una sola cosa; el fuera de combate. Pero ahora sus golpes son más lentos, tardan más en alcanzarme. Me consta que siente dolor y ardor de fuego dentro de los pulmones y del estómago y que cada inhalación de aire es un tormento, cual me ocurre a mí. Le veo echarse atrás…pero me echo a un lado, y George va a parar de cara contra las cuerdas…Le digo: ¡Payaso! ¡Has fallado por una legua! ¡Estás muy mal, insensato !
(NdelR: Siguen unos cuatro o cinco largos párrafos en lo que habla (Alí) de Frazier, de Kid Gavilán, de los interminables y ruidosos en gritos de estímulo de la multitud en dialecto lingala: ¡Ali, B u maye! ¡Ali, mátalo …) Traducido: ¡Ali, mátalo! ¡Ali, mátalo! Y prosigue:
“Sé que ha llegado el momento de la prueba. Veo que George se dispone a pasar al ataque, para recuperar su puesto en el cuadrilátero. Le lanzo un directo de derecha a la mandíbula con cuantas fuerzas me quedan. Casi le doy plenamente en la punta del mentón, y se queda quieto…Me dispongo a rematar el ataque con una serie de combinaciones, pero veo que George se derrumba lentamente, con la mirada vidriada…
“Está escuchando el zumbido de los diapasones, los saxofones que tocan los murciélagos, los silbidos de los cocodrilos, y ve el parpadeo de las luces de neón…Contemplo cada uno de los movimientos que efectúa el árbitro (Zachary Clayton) levantando y bajando el brazo. Y vuelvo a acordarme de Frazier . Jamás perdería la corona tumbado en el suelo. No hay árbitro que pueda contar segundos sobre su cuerpo yacente, mientras Frazier tenga una gota de sangre en las venas.
–Seis…siete…ocho…
En el suelo, George se da lentamente la vuelta.
–Nueve…¡Fuera!
George está en pie, pero la cuenta ha terminado. El árbitro levanta mi mano en el aire, dándome la victoria.
El estadio estalla. La multitud rebasa a los paracaidistas, se sube a la mesa de los periodistas e invade el cuadrilátero. Archie está abrazado a George y yo le grito;
..Archie, ¿soy demasiado viejo?”
(El más grande. Mi propia historia. Muhammad Alí, (Cassius Clay) y Richard Durham. El Documento Vivo. Editori a l Noguer, S.A.Cuarta Edición, 1976.p.p.459-460-461)